martes, 27 de abril de 2010

Capicúa

Hoy en clase de Crítica de Cine hemos visto un corto que ha llegado a tocar esa parte sensible que hay en mí. No sé si por el tema tratado o por la simplicidad con la que muestra algo tan real y cercano a cualquier humano. La similitud entre el comienzo y la cercanía con el final de la vida. Os dejo aquí lo que para mí es un buen film. A disfrutarlo! Pero sobre todo, reflexionad:



Hasta la próxima entrada.

lunes, 26 de abril de 2010

Sin etiqueta ni taparrabos

Fiesta, fiesta y más fiesta. Universitarios ingleses a ritmo de vasos de alcohol y sexo desenfrenado. En eso se resume el evento celebrado en Saloufest, una población de Cataluña, este año. Pero no es el primero, pues las actividades de carácter “deportivo”, en la que participan 8.400 universitarios ingleses se organizan por el Ayuntamiento de la localidad desde el año 2002.

A España siempre se nos ha visto como un país en el que todo es fiesta y desmadre y los extranjeros vienen a divertirse. Una pena desechar el patrimonio cultural y los bellos paisajes de que dispone nuestro territorio. Y una lástima que se nos encasqueten en ese estereotipo de gente marchosa sin saber poner límite a la ingesta de alcohol. Sin embargo, España es el principal destino para ponerse borrachos. Se puede decir que lo de hacer deporte es la excusa que Ilovetour, empresa que organiza Saloufest y otro tipo de eventos similares en otros países, se inventa para que el grito de “sexo, drogas y rock&roll” se convierta en realidad.

El problema de tal acontecimiento va más allá del riesgo existente de comas etílicos y hospitalizaciones por abuso, no sólo de alcohol, sino también de otras sustancias. Incluso la integridad física se pone en riesgo. Tal es el caso de una estudiante inglesa que denunció a un compañero suyo tras haber sido violada en la playa de Salou.
Alcohol del barato, corriendo desnudos por el hotel y alrededores y dejando desperfectos en las calles, según se quejan los vecinos, aunque esto sea lo menos grave que puede pasar.

Dejando de lado el debate abierto a raíz de lo ocurrido de si Salou apuesta por un turismo de calidad o por un turismo de borrachera. Creo que el hecho se puede analizar más allá de Saloufest. Esto se asemeja en cierto modo a los tan modernos botellódromos. Al fin y al cabo, ¿No es este un caso más en el que el gobierno de un municipio permite la ingesta “controlada” (aunque yo más bien diría descontrolada) de grandes cantidades de bebidas alcohólicas?

La primera vez que escuchamos la palabra “Botellódromo” fue en noviembre del 2006. Cuando el Ayuntamiento de la ciudad andaluza de Granada empezó a construir un espacio a las afueras de la ciudad que tenía el objetivo de recoger actuaciones en directo, crear una zona destinada a deportes y proyectar en pantalla gigante algunas películas o videoclips; pero sobre todo un espacio de 9.500 metros donde los jóvenes pudiesen realizar botellón. Curioso que tal medida surgiese a raíz de la ley antibotellón aprobada ese mismo mes en la provincia de Andalucía.

Los jóvenes universitarios aseguran que si hacen “botellón” es porque el precio de las copas en los sitios de diversión son demasiado elevados para su bolsillo vacío. Con lo que prefieren adquirir varias botellas a compartir entre los amigos. Y esto lleva a una ingesta mayor de alcohol. ¿Sería correcto bajar el precio de las copas en los pubs y discotecas? Es verdad, que dejarían de comprar para hacer botellón fuera de esos espacios, pero si el precio es inferior también es más asequible y no consumirían una única copa, sino varias. ¿Dónde reside por tanto la solución a este problema? ¿Lo prohibimos con más leyes y ordenanzas o lo aceptamos y hacemos botellódromos?

martes, 20 de abril de 2010

Amalgama

Deseos que subyacen
a marismas derrotadas
de extragos incontrolables
y profundas tempestades.

Lo que oir no puede el viento
cuando a lo alto chillo inestable
me susurra en el oído
una palabra incuestionable.

Cual ventura desechada
amanezco detestable
y me culpo por injurias
tratadas por mi propio arte.

Y esa lucha soslayable
de tiempos dulces
frente a mentiras no culpables.

De recuerdos indelebles
lleno mis manos y mentes
que arraigadas a imágenes
se transforman en creyentes.

domingo, 18 de abril de 2010

“QUIERO UNA MOTO”


Los medios publicitarios. Sí, esos que pretenden “vender la moto”, comprar compulsivamente sin razonar el motivo de nuestra adquisición de un artículo. Esos también abarcan algo que nos incumbe. El tratamiento que se hace de una bebida alcohólica. Las burbujas, ya sean las famosas Freixenet o no, los vinos y las cervezas, tan fresquitas y sabrosas en verano y tan recurrentes cuando se está con amigos recordando viejos momentos vividos. Todos. No nos damos cuenta hasta qué punto están sumergidos en nuestra cotidianeidad. Como se menciona en el libro ‘Medios de comunicación, publicidad y adicciones’: “La publicidad y su magia han estado siempre presentes en nuestras vidas de una manera colateral, sobre todo alrededor de nuestras decisiones de compra, y han influido soterradamente en nuestro posicionamiento ante diferentes productos de consumo jugando un papel mediador entre los deseos, las necesidades y la propia realidad.” Y sin duda, la bebida puede ser para algunos un deseo y una necesidad intrínseca, el problema viene cuando ésta puede acabar con la parte de realidad. La publicidad es persuasión de principio a fin.

Empecemos por la publicidad impresa sobre papel. Las seductoras figuras femeninas, además con ese matiz de machismo, venden un excitante Ron que traslada a esferas paradisíacas de islas caribeñas. O ese cava que mandan a casa sin gastos de envío si lo compras en el mismo instante en el que lo venden por las ondas. Y si nos paramos a ver anuncios de cerveza en televisión, sólo encontramos mujeres ‘sexy’s’ de buen cuerpo insinuador relegadas de beber una sustancia tan antigua como los propios egipcios. ¿O no se acuerdan de ese anuncio en el que un grupo de mujeres aparece chillando ante un armario lleno de ropa y zapatos y en la habitación contigua un grupo de hombres muestra la misma actitud ante una nevera llena de cervezas? O ese otro en el que una mujer sale del agua en una playa al ritmo que marca las acciones de un chico joven que saca de la neverita una botella. ¿Qué pasa que las mujeres no podemos beber cerveza?

Es decir, que no sólo se incita a que se beba sino que además se hace de un modo sexista en una sociedad que es nueva en esto de reconocer los derechos de las mujeres en las esferas que se pueden considerar relativamente nuevas para ellas. Sin embargo, la publicidad decide que éstas sigan siendo meros instrumentos sexuales que alegren la vista a más de uno.

Quiero hacer una nueva alusión al libro mencionado anteriormente, porque una de las reflexiones que se hace en el mismo es muy acertada. ¿Es la publicidad una mera transacción mercantil o debería estar marcada por unos principios periodísticos que cuiden y se encarguen de transmitir los valores sociales?
Claro que la publicidad tiene un papel importante en todo esto, de ahí las campañas de prevención divulgadas. La cuestión no está en prohibir este tipo de propaganda, ni mucho menos, estamos en una sociedad en la que prima la libertad de información. Lo que hay que hacer es una vez más rebajarse a la esfera educacional de los ciudadanos, y sobretodo de los jóvenes. El nivel cognitivo, es decir, la información que tiene la persona es la que hace que cada individuo tenga su manera de pensar, su opinión y que actúe de uno u otro modo en base a sus creencias. De ahí que tengamos que cuidar que el conocimiento que se tenga de las bebidas alcohólicas sea el adecuado para que ellos mismos sean los responsables del consumo y no les “vendan la moto” como decíamos al inicio del artículo.

Pero quien compre la moto que sepa que debe saber conducir, que no se pueden pasar ciertas velocidades, llevar casco y que además existe una cierta edad en la que no está permitido manejar (coger) la moto.
Pero que casualidad, la publicidad no entra en estos importantes detalles.
Publicitar debería también informar, al final en lugar de una moto nos están vendiendo una burra. Yo no se si quiero “esa moto”.

lunes, 5 de abril de 2010

De luces celestes

De luces celestes
pintar quiero las muertes.
Recordar lo pasado
y vivir el presente.

Coloso es el daño
de quien olvidar
no puede.
Duro el sendero
pero deslumbrante tu suerte.


Valioso silencio,
Tachado de ausencia.
Mi mano te arropa
Hasta que el llanto desaparezca.
Tranquilo un momento,
contigo no duele