Trato de recordar aquellas historias que leí en los libros.
Aquellos relatos grises de abusos policiales, de censura mediática, de
represiones, de carencia de libertad. Trato de recordar las historias que aún
cuentan mis abuelos de cómo se vivía en la dictadura. Y pienso, cuánto trabajo
les llevó a varias generaciones superar las barreras del franquismo e instaurar
un estado democrático, que veo como ahora se desmorona ante mis ojos
incrédulos, ante mi boca abierta por la sorpresa de la incomprensión que me
suscita la situación que vivimos.
Un país lejos, muy lejos de la grandeza que en algún
momento, se pensó que podía llegar a alcanzar si formábamos parte de Europa. Un
lugar en el que los jueces que luchan por la memoria histórica y por encerrar a
los políticos corruptos, acaban inhabilitados años. Un sitio donde la justicia
deja en libertad a los que hundieron las arcas públicas de una autonomía en la
que los colegios han dejado de tener calefacción. Un país en el que las manifestaciones
en contra de los recortes acaban en sangrías
que algunos ya comparan con la Primavera de Praga. Una patria…por decir algo,
con la tasa de paro más alta de Europa. Un territorio en el que la mitad de los
estudiantes que terminan sus estudios universitarios no encuentra trabajo.
Recuerdo cuando era pequeña, recuerdo que miraba la
televisión y veía gente diciendo que España iba bien. Tal vez por la inocencia
de mi infancia o porque realmente no sentía que el mundo se desmontaba sin que
ni tan siquiera diese un paso. Pero hoy, febrero del 2012, siento una tristeza
inmensa en mi corazón. Siento que no quiero vivir en la tierra que me vio
nacer, siento que no quiero que mis futuros hijos nazcan en un contexto de caos
descontrolado. Siento miedo, de ver que un futuro ya de por sí complicado de
construir, mece sobre un lúgubre manto de niebla, ya no gris, sino negro
impenetrable.
Y lo que quiero ver es un río de gente, que unida en las
calles muestren el descontento que esta situación alcanza. No quiero quedarme
sentada, no quiero ver con actitud pasiva que destruyen lo que es nuestro. Lo
siento, me niego a no alza la voz. Puede que mis gritos sean acallados, o puede
que las paredes los absorban y nadie de los de arriba escuche jamás lo que
tengo que decir, pero el grito del corazón y razón unidos es más fuerte que una
simple concentración contra los recortes o represiones policiales. No quiero ver
caras de miedo entre adolescentes, no quiero cabrearme tanto como lo estoy
mientras escribo estas palabras, no quiero vivir en un constante ahínco de desesperanza
y temor a que todo va a seguir peor que ayer. Si mañana salgo a la calle no es
por diversión, es porque creo que la situación de este país se nos está yendo
de las manos. Es porque una parte de mi cree en la justicia, la democracia y la
libertad de expresión. Merecemos una vida digna y libre. No quiero mirar
imágenes que me evoquen tiempos pasados ni presentes griegos. QUIERO PAZ Y
QUIERO VIDA. Los que sucumban al silencio tienen poco que decir, yo necesito
hablar mucho.
Relato de las cargas policiales en RTVE
Fotografías en El País
Relato de las cargas policiales en RTVE
Fotografías en El País
M'encanta
ResponderEliminarA mi me encanta que te encante! :P
ResponderEliminarEste país es patético, ¿en qué cabeza cabe construir aeropuertos sin aviones o circuitos de F1 en una comunidad en la que no hay educación? Y digo que no hay educación porque la gran culpa de lo que pasa en la C.Valenciana es de los cientos de votantes que, aún sabiendo las actividades corruptas de su gobierno, le sigue... le sigue y le sigue... como un borrego. Así es normal que nos traten como tal! Indignada, no. Indignadísima. Muy buena entrada Mire!
ResponderEliminar