domingo, 19 de octubre de 2014

El silencio nocturno en un otoño estival

Me envolvía una manta de silencio nocturno en el otoño estival con ansias de invierno. Rota la manta por un leve tintineo musical, acompañado de espuma pintada de olor a rosas, de las velas pequeñas, de tranquilidad grande. Con uno de mis rizados cabellos despeinados cayendo por la cara.

Cansada de ver pasar un camino con meta lejana. Intentando comprender cómo algunos rompen sueños nobles de quienes con trabajo y esfuerzo no han llegado aún donde desean. Enrabiada por los impunes sujetos que quedan en titulares de prensa como corruptos héroes. Enfrascada en una profesión idílica y utópica que siempre da más de lo que recibe. Preguntándome, si tal vez, es justo porque lo que da no es lo suficientemente bueno. Empeñada en conseguir que eso cambie, sin saber aún cómo, ni conocer si algún día lo descubriré.
Y como respuesta y origen del problema, escribo, escribo, escribo, transmitiendo conocimientos, sentimientos y formas de ver la vida. Y sin embargo, he dudado de mi misma, en momentos de bajeza. He dudado de mi capacidad e inteligencia. Aún no sé si he puesto solución o si sigo dudando de mi destreza.


Y mientras todo esto da vueltas en mi cabeza, sigo envuelta en una manta de silencio nocturno en un otoño estival con ansias de invierno. Rota la manta por un leve tintineo musical, acompañado de espuma pintada de olor a rosas, de las velas pequeñas, de tranquilidad grande. Con uno de mis rizados cabellos despeinados cayendo por la cara.