miércoles, 30 de mayo de 2012

La riqueza empobrecedora


Andaba por las esquinas de la calle como buscando libertad. Añoraba aquellos tiempos en los que la comida no le faltaba. Era esclavo del padecer humano cuando la pena se apodera de un país en la ruina, de un lugar donde los ricos cada vez tienen más joyas y los pobres cada vez menos pan. Vagaba por las calles intentando faenar. La vaguería estaba lejos de sus manos pero tampoco alcanzaba el trabajar. Era fiel a la postura de seguir luchando por sus pequeños. Su mujer limpiaba zapatos ensuciados por el negro del asfalto, a los que se podían comprar mil pares.  Las calles sonaban como una balada triste sin corneta. Las pintarrajeadas de las paredes seguía solas gritando por la igualdad y la justicia de un mundo corrompido por infames políticos locos de riqueza empobrecedora. Los bancos hace tiempo que dejaron de proporcionar dinero, las familias hace tiempo que dejaron de trasmitir alegrías. Él andaba por las esquinas de la calle, intentando buscar una solución. Se dirigió a la plaza en la que encontró un hombre colgando de un árbol. Y él sabe que lo peor no es que se ha suicidado, sino que lo han matado los políticos que no recortan en sus gastos y creen que las familias puede subsistir con 500 euros mensuales. Con el pánico en su persona, intentaba alejarse de aquella imagen, que algún día, tal vez, por la desesperación, él también protagonizaría.
Cada crónica que veo, cada palabra que entra por mis ojos, me entristece, me contagia de negativismo, me preocupa que un mundo ocupa vaya a destruir la farsa democracia, en vez de contribuir a reinventarla en lo que todos creemos y sabemos que debe ser. Lloro por Grecia y los que caerán tras ella.

Léase:


miércoles, 23 de mayo de 2012

Masticar la nata


Me gustaría aprender cuál es el olor de las nubes con su espumosidad tardía
 Y revocar la palabra del sol cuando calla
Asustar al pétalo que nace para poder ver como cae hiriente hasta el suelo
Y abalanzarme sobre el diente de león que serpentea el aire
El mismo que dejé de respirar por unos segundos al verte la primera vez

Me gustaría saborear el blanquecino grisáceo que mancha el cielo de vez en cuando
Y nadar entre los rayos de la estrella más grande del mundo
Desaparecer tras la cigüeña encapuchada cuando llueve
Y agarrarme a tu cuerpo como el koala se adhiere árbol australiano
El mismo que aún no he llegado a visitar por estar tan lejano

Me gustaría masticar la nata que cuelga de la gran capa azul sobre mi cabeza
Y serpentear la ironía desgraciada y los barullos del tráfico de la avenida
Perderme entre las ramas disimulando la presencia al camuflarme entre las hojas
Y observar desde allí arriba lo que pasa entre las horas
Las mismas que aborrezco a veces por no poder pasarlas a tu lado

domingo, 20 de mayo de 2012

Entre el aire enfriado por la luna


Caía y me levantaba. Era como caer al suelo y de pronto que alguien me estirara del brazo para levantarme. Por mi mente circulaban todo tipo de ideas. Miraba entre recuerdos mis manos manchadas de tinta gris, olía hasta la esencia de las páginas del periódico. Mientras leía dibujaba en mi mente las escenas. Aquella mujer llena de las lágrimas que aún le quedaban por derramar, abandonando a su pequeña recién nacida, en la puerta de una guardería. Sin casa, sin trabajo, sin dinero, sin poder alimentar aquella cosa diminuta que por instantes mantendría en sus débiles brazos y que jamás la volverían a sostener. Dejándola entre sábanas limpias en una cesta con esa nota: “No me juzguen, es lo más duro que he hecho en mi vida”.

Cada vez que me viene a la mente, los pelos se me erizan.

Estoy en la oscuridad de la noche, respirando el aire enfriado por la luna y cerrando los parpados. Repito en mi mente que si siento tristeza es porque en mi mente hay un mal pensamiento que la produce y la engrandece por esa ley de atracción de la que algunos hablan. No entiendo porque la tristeza de algunos es la riqueza de otros. Me he dado cuenta que al empatizar con la realidad, he provocado mi locura. Tal vez la no ficción alternativa sea la respuesta.

sábado, 19 de mayo de 2012

Un mundo de magia. Entrevista a Anthony Blake.

Hoy en la redacción he tenido la oportunidad de realizar una entrevista al conocido mago Anthony Blake. He disfrutado tanto, que he decidido colgarla aquí, ya que por cuestiones de espacio en el periódico sale en formato de noticia a tres columnas. Espero que al leerla, disfrutéis tanto como yo al hacerla. El mundo en ocasiones tiene mucha magia, algo de misterio y por supuesto momentos de miedo. Aquí os lo dejo.


Pregunta. ¿Qué van a poder ver los espectadores en el Gran Teatro?
Respuesta. El título «No vengas solo» dice mucho. En esta actuación hablo de algo oscuro como es el miedo. Desde que empecé en este mundo de la magia, la gente me ha dicho «Usted da miedo» y es en esa frase que tantas veces me han dicho en la que me inspiro para poner nombre al espectáculo.  El espectáculo es internacional, pero no porque lo vaya a hacer por todo el mundo, sino porque habla de algo internacional como es el miedo, todos lo sentimos alguna vez, da igual de donde seas. ¿Y a qué tenemos miedo? ¿A la muerte? No, a cómo morir, es decir, a lo desconocido. De eso justamente es de lo que hablo.

P. ¿Cómo entras en el mundo de la magia?
R. Hay algo trascendental para que yo entre en juego y es una paranoia que me ha estado siguiendo durante años. Mi padre muere cuando yo era pequeño, tenía unos 14 años. Él antes de morir no paraba de preguntarse qué iba a ser de mí cuando él se fuera y eso me creó una obsesión. Desde entonces tengo la sensación de que mi padre va conmigo siempre y además, a mi lado izquierdo. Y han habido varias situaciones que me han confirmado esta paranoia. Por ejemplo, casi 20 años después de que muriese mi padre, un 29 de junio, nace en el mismo hospital mi hija. Por eso sé que nunca voy solo y tengo la certeza que nadie está solo, a eso me refiero con «No vengas solo», todos tenemos a alguien a nuestro lado.

P. ¿Qué hace exactamente un mentalista?
R. El mentalista es el señor de la televisión que te dice qué va a ocurrir, yo me considero un mago creador de ilusiones porque lo que quiero es conseguir que el público tenga las mismas sensaciones que tengo yo. Todo es un espejismo que se convierte en realidad si tú quieres que así sea.

P.¿Cómo suele reaccionar el público ante sus actuaciones?
R. Generalmente suelen reaccionar muy bien, es muy raro que salga alguien del público al escenario y que quieran fastidiar la actuación. Además, yo no obligo a nadie a salir, los que salgan forzados no van a actuar con ganas y las cosas no saldrán como tienen que salir.

P. ¿Conoce la gente el poder d la mente?
R. Creo que a la gente le gusta hablar más de la capacidad de almacenaje del ordenador o del móvil. Confiamos más en la técnica que en la mente y no aprovechamos el potencial que esta tiene, cuando un ordenador tiene tan solo la décima parte de capacidad de lo que tiene la mente. El problema es que con esto estamos olvidando las habilidades que tenemos, y eso nunca es bueno.

P. ¿El mago nace o se hace?
R. Un poco de las dos. Por supuesto, hay que tener cierto tirón, pero también tiene que pasar algo. En mi caso lo que me introduce en este mundo es el juego de «Magia Borrás», probada y repetía los trucos una y otra vez y me apasionaba. Con el paso del tiempo supe que todo me encaminaba hacia la magia y decidí dejar la carrera de medicina, aunque mi madre no quería, pero era lo que a mi motivación.

P. ¿Cómo ve ahora el futuro con esta crisis? ¿Cómo cree que va a evolucionar? ¿Tiene una varita mágica?
R. Lo que está claro es que no hay mal que 100 años dure. ¿Que deberían pagar los culpables? Sí. ¿Que hay que pasarlo mal? Sí. Pero es que también lo hemos pasado bien durante mucho tiempo. Lo que ofrezco en «No vengas solo» son 90 minutos de desconexión de la crisis.

P. Después de 29 años en activo, ¿Cómo puede seguir innovando?
R. Trabajando y estudiando mucho para poder seguir trayendo cosas. El ejemplo es que he pasado de un espectáculo divertido a otro mucho más serio. Esa es la única clave que me ayuda a que cada cierto tiempo pueda venir con nuevas actuaciones.

martes, 15 de mayo de 2012

Sobrecitos de azúcar


Me levanté esa mañana como los mensajes de los sobrecitos de azúcar.  Filósofa y alejada del cálculo infinitesimal de los minutos de la vida. Queriendo escapar con mi transporte a dos ruedas. Queriendo perderme bajo la sombra de un árbol escondido en el desierto y movido por una corriente de aire por haber dejado la puerta abierta.
Salí a la calle, sabiendo que no tenía tiempo de saciar mi necesidad, pero contagiada del positivismo que esas páginas llenas de secretos enmascaran.
Mi acción debería ser empatizar con los iguales que algunos consideran distintos, escuchar sus historia y contagiarme de sus ganas de mejorar. A cada palabra pronunciada me sorprende su dedicación, su supervivencia.
Me pregunto el porqué de mi tristeza pasajera ante la evidencia de un mundo cruel que ha decidido que yo no sea la elegida para nacer en una familia de once hermanos, sin recursos ni posibilidades de encontrar trabajo, ni recibir una educación o tomarse una simple aspirina ante un dolor de cabeza. Me pregunto cómo esbozan ante mí esa preciosa sonrisa llena de alegría, si sus ropajes incrementan la tristeza de su alma tachada de decadencia por la sociedad adormecida ante las historias duras.
He decidido autoayudarme  a comprender a los demás y dejar de preocuparme de mí misma. He pensado que la mejor manera de dejar de escribir palabras tristes es recibir historias de superación para demostrarme que el ser humano cuando quiere puede, aunque no siempre que pueda, deba.
Porque sus ojos oscuros y brillantes, saben que los míos azules, comprenden la igualdad de dos colores de piel distintos. Porque la mente es la misma. Porque la sed es la misma. 
El sobrecito de azúcar que me tomé con el café antes de entrar a entrevistar a inmigrantes tenía razón: "El mundo es injusto porque todos somos iguales"

domingo, 6 de mayo de 2012

Dulzura



Subo al autobús medio distraída con la música pausada que me acompaña al medío día. A mi lado viaja una pequeña y dulce criatura llena de energía. Observo la inocencia y la curiosidad que despierta por mi persona. Le sonrío. Como suelo hacer con cada pequeño que me cruzo. Me río. Coge el calcetín y tira de la punta. Primero un piececito, luego el otro. Ahora parece arlequín vestido de rosa. Balbucea una frase inconcebible y dibuja con sus brazos inconceptualidades graciosas. No despierta el interés de nadie más que no sean mis instintos protectores. Las calles avanzan casi solas y la pequeña coge su chupete y se lo pone en la boca. Audaz, como si tuviese prisa por entrar en una sueño de siesta corta. El autobús balancea el carrito en el que viaja como si fuese su cuna balancín. Poco a poco el bebé desaparece del mundo de los despiertos para pasar a soñar en la sonrisa que le ha acompañado en su trayecto. La mía.

Al bebé del autobús.

Confianza


El silencio me inspira confianza. Me ayuda a saber pensar y valorar la fortuna de mi corazón forjado de esperanza. Alcanzo el cristal. Me cuesta llegar a la ventana, pero cuando lo consigo, disfruto con el placentero ruiseñor del atardecer. Se me cierran las pestañas. Los pelos de cada rincón de mi cuerpo imitan las púas erizadas del animal de boca puntiaguda. Respiro gustosamente la brisa fresca al ponerse el sol. Y a la mente me vienen escenas de tu inusitado amor.
Tus labios recorren seductores mi blanquecina espalda moteada. Mi pelo se aparta al tiempo que tu mano lo arrastra. Con el mordisco suave al besarme el cuello, me estremezco y esbozo una leve línea alegre en mi boca. Giro mi cabeza y me pierdo apasionada saboreando tu saliva y casi la garganta.
El silencio me inspira confianza. Despierto del sueño sin estar dormida. Me aparto de la ventana sintiéndome querida. Repienso cada segundo en los que consumo tu ser y tu saber. Comprendo que la unión de las parcelas es posible en la perfección de la conjunción que tú naturalmente creas. 
El silencio me ha inspirado la confianza que necesitaba para entender que no podría estar con nadie mejor en toda mi vida.

A ti, el amor de mi vida.