viernes, 21 de diciembre de 2012

Sonrisas para desconocidos



Hago bocadillos y regalo sonrisas a desconocidos. Las prisas son las características en un espacio abierto al tráfico de trenes. Maletas, gente corriendo, cansancio. Y sin embargo, entre todas las cosas malas del lugar, pienso en el reencuentro, ese que estas navidades no será posible para mí porque estoy muy lejos. Los abrazos de mil segundos, la alegría de compartir mil minutos. Porque me gustaría poder dedicarme a lo mío pero sigo viendo en lo que ahora hago, un punto bueno. Una mesa con cafés como punto de encuentro. No les importa las esperas, ni las colas, ni la simpatía de las camareras. Están felices compartiendo un espacio neutro de sillas y mesas pequeñas que les permitan el contacto de sus manos frías por el invierno. De corazón caliente.
Mientras sirvo bocadillos y aprendo un inglés no académico me permito brindarme unos segundos de vistazo general y pensar en todo lo que debe estar  ocurriendo mientras yo sigo regalando sonrisas a desconocidos. La mesa del fondo parece albergar a una futura pareja. La de la derecha está llena de vida, con dos hermanos convirtiendo la mesa en una autopista. Justo la de al lado parece mucho más seria, con traje y corbata, un café americano y una rápida lectura al The Times. En la de la izquierda una embarazada disfruta de su antojo, un gran bocadillo de tomate y mozzarela.
Porque aunque lleve toda la vida estudiando, prefiero pensar que lo que hago ahora es importante para unir a las personas. Por eso, aunque sean unos meses, seguiré tostando bocadillos, apuntando ingredientes y regalando sonrisas a desconocidos al ritmo de los Beatles y haciendo caso a sus creencias, que en gran parte también son las mías.
Hago bocadillos y regalo sonrisas a desconocidos.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Asfalto y suelo


La ciudad aún no había amanecido y ya estábamos nosotros entre un calcetín de motas andando sobre sobre una suela negra. No imaginábamos por entonces el día que nos esperaba. Nos gusta no tener que frenar en seco ante una luz roja, nos gusta combinar los pasos porque cuando no lo hacemos tropezamos, y todo lo que va arriba se precipita. Pero eso ya hace años que lo aprendimos, solo a veces un obstáculo intenta  que lo olvidemos, pero es imposible.
Hemos oído un traqueteo y luego vaivenes y antes de llegar a donde nos mandaban, hemos echado a correr, aunque nosotros nunca sabemos el motivo. Solo que hay que hacerlo porque es importante. Nos lo dicen de arriba.
Luego los sonidos eran de tazas, cafés y té. Y nosotros seguíamos manteniendo su peso, que cada vez parecía ser mayor. Nos mirábamos preocupados porque en parte los dos sabíamos que teníamos que estar trabajando muchas horas, aunque con exactitud no supiéramos calcular cuantas.
De repente hemos empezado a correr entre miles de obstáculos, no veas que complicado. Un empujón nos ha hecho empujar el suelo para mantenernos. Un choque. Un trozo de ensalada ha ensuciado a uno de los dos. Luego polvo. Una escoba nos ha barrido por error. Luego hacía frío, luego calor. Y hemos empezado a estar incómodos. Nos ha llegado comida y café pero no ha funcionado mucho. Para arriba y para abajo. Uno de los dos se ha resbalado y el otro ha tenido que hacer el doble de trabajo por unos segundos.
Al fin, aunque no hemos descansado, hemos dejado de correr. Nos han mandado andar más lento. Un traqueteo. Una luz roja. Unos segundos de dolor. Merecíamos parar de trabajar ya y parecía que nunca llegaba.
Y tras unas escaleras complicadas…hemos llegado a hacer lo que más nos gusta. Nosotros, los pies, hemos descansado mirando la pared.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Contando las estrellas


Es la unión más preciosa que he visto en mi vida. Un  pequeño hermoso y único. Va sentando en el vagón del metro señalando la luna y contando en voz alta las estrellas. Su piel se confunde con el color de mis botas piel. Sus ojos rasgados sonríen paralelos a sus labios gruesos, como los de su padre, de un negro más profundo. No es mulato, es único y surgido de una perfecta conjunción. La muestra evidente de que el mundo está formado por miles de razas y que no importa la procedencia para seguir creciendo unidos. Seguramente sus manos  tono marrón son fruto de mucho esfuerzo, de momentos duros, que han llevado a un largo viaje a sus progenitores. Y que en un momento concreto encontraron en sus miradas la razón de ser. A ellos no les importo proceder de zonas cálidas y secas o de zonas donde gigantes olas destruyen casas y vidas. Simplemente decidieron crear lo más bonito y precioso que he visto en mi vida. Un pequeño hermoso y único de piel de color y rasgos asiáticos. Con una simpatía inmensa, con unas ganas de vivir tal, que incluso contar las estrellas, le parece un trabajo fácil. Me quiero contagiar de la belleza y rareza. Únicas. Para terminar señalando la luna y contando en voz alta las estrellas.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Sentirse como ausente


Sentirse como ausente. Con centenares de personas pasando por doquier.
Stop! Nada.
Sigue caminando. Mientras alguien sufre la pérdida de su casa. Sigue pasando la gente, en pleno Piccadilly.
Stop! Nada.
 Siguen andando. Unos contestan con sonrisas. Otros esquivan el rojo caramelo de la chaqueta.
Stop! Nada.
No se paran. Unos no pueden dar. Otros no quieren recibir. Sonrisas forzadas.
Stop! Nada.
Pasos que se alejan. Un terremoto mata a miles de personas.
 Stop! Nada.
Un huracán azota la costa este de algún país.
Stop! Nada.
Una guerra acaba con la vida cientos de civiles.
Stop! Nada.
Un analfabeto deja de aprender a escribir.
Stop! Nada.
 Un niño no come en una semana.
Stop! Nada.
Un poblado lleva siglos sin agua potable.
Stop! Nada.
Siguen y siguen y siguen. No miran, no contestan, no piensan. Sentirse como ausente. Negros, chinos, rusos, brasileños, blancos, mezclas preciosas. Prisas, railes sonando, luces invadiendo el espacio.
Stop! Nada.
Cientos, miles, millones de Noes. Y entre el tumulto, allí pequeña y única, la más especial. La que regala un abrazo. La que firma por la humanidad.
Stop! Aún hay esperanza.