domingo, 16 de diciembre de 2012

Asfalto y suelo


La ciudad aún no había amanecido y ya estábamos nosotros entre un calcetín de motas andando sobre sobre una suela negra. No imaginábamos por entonces el día que nos esperaba. Nos gusta no tener que frenar en seco ante una luz roja, nos gusta combinar los pasos porque cuando no lo hacemos tropezamos, y todo lo que va arriba se precipita. Pero eso ya hace años que lo aprendimos, solo a veces un obstáculo intenta  que lo olvidemos, pero es imposible.
Hemos oído un traqueteo y luego vaivenes y antes de llegar a donde nos mandaban, hemos echado a correr, aunque nosotros nunca sabemos el motivo. Solo que hay que hacerlo porque es importante. Nos lo dicen de arriba.
Luego los sonidos eran de tazas, cafés y té. Y nosotros seguíamos manteniendo su peso, que cada vez parecía ser mayor. Nos mirábamos preocupados porque en parte los dos sabíamos que teníamos que estar trabajando muchas horas, aunque con exactitud no supiéramos calcular cuantas.
De repente hemos empezado a correr entre miles de obstáculos, no veas que complicado. Un empujón nos ha hecho empujar el suelo para mantenernos. Un choque. Un trozo de ensalada ha ensuciado a uno de los dos. Luego polvo. Una escoba nos ha barrido por error. Luego hacía frío, luego calor. Y hemos empezado a estar incómodos. Nos ha llegado comida y café pero no ha funcionado mucho. Para arriba y para abajo. Uno de los dos se ha resbalado y el otro ha tenido que hacer el doble de trabajo por unos segundos.
Al fin, aunque no hemos descansado, hemos dejado de correr. Nos han mandado andar más lento. Un traqueteo. Una luz roja. Unos segundos de dolor. Merecíamos parar de trabajar ya y parecía que nunca llegaba.
Y tras unas escaleras complicadas…hemos llegado a hacer lo que más nos gusta. Nosotros, los pies, hemos descansado mirando la pared.

No hay comentarios:

Publicar un comentario