Un tazón humeante urde la tarde sombría de nubes bajas. Una
sonrisa chirría en la tristeza más absoluta para ejercer de viento huracanado.
Para esquivar las gotas y secar las ramas. Un pensamiento repetitivo se diluye,
dejando paso a un plan mejorado en el que la soledad ha dejado de ser vacía. El
salitre se ha vuelto de un dulzón perfumado de otoño mojado y mi presencia ha
dejado de empequeñecerse por tu ausencia. Ando con un paso aún poco firme por
no encontrar camino con salida. Por no poder vivir de las letras hechas
titular. Por levantarme cada mañana con una esperanza pisoteada de
oportunidades esquivas que a veces parecen tan lejanas. Y aun así y pese a todo
las flores más bellas nacen del mar de dificultades más saladas. Y vivo rodeada
de manos firmes que me recuerdan que la paciencia es una virtud y el valorar lo
intocable un privilegio de pocos. Porque si me cuesta a veces respirar es por
los desencantos que han hecho trizas un corazón dispuesto a amar
contracorriente. E incluso así perdono los errores sumergida aun en un dolor
puntualmente extraño y desconcertante lleno de incomprensión. Un dolor cada vez
más tenue y borroso. Y entre todo esto siguen en mí las ansias de mejora, de
lucha profesional, de demostrar al mundo que soy buena letrista del presente,
que merezco una oportunidad.
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