domingo, 18 de abril de 2010

“QUIERO UNA MOTO”


Los medios publicitarios. Sí, esos que pretenden “vender la moto”, comprar compulsivamente sin razonar el motivo de nuestra adquisición de un artículo. Esos también abarcan algo que nos incumbe. El tratamiento que se hace de una bebida alcohólica. Las burbujas, ya sean las famosas Freixenet o no, los vinos y las cervezas, tan fresquitas y sabrosas en verano y tan recurrentes cuando se está con amigos recordando viejos momentos vividos. Todos. No nos damos cuenta hasta qué punto están sumergidos en nuestra cotidianeidad. Como se menciona en el libro ‘Medios de comunicación, publicidad y adicciones’: “La publicidad y su magia han estado siempre presentes en nuestras vidas de una manera colateral, sobre todo alrededor de nuestras decisiones de compra, y han influido soterradamente en nuestro posicionamiento ante diferentes productos de consumo jugando un papel mediador entre los deseos, las necesidades y la propia realidad.” Y sin duda, la bebida puede ser para algunos un deseo y una necesidad intrínseca, el problema viene cuando ésta puede acabar con la parte de realidad. La publicidad es persuasión de principio a fin.

Empecemos por la publicidad impresa sobre papel. Las seductoras figuras femeninas, además con ese matiz de machismo, venden un excitante Ron que traslada a esferas paradisíacas de islas caribeñas. O ese cava que mandan a casa sin gastos de envío si lo compras en el mismo instante en el que lo venden por las ondas. Y si nos paramos a ver anuncios de cerveza en televisión, sólo encontramos mujeres ‘sexy’s’ de buen cuerpo insinuador relegadas de beber una sustancia tan antigua como los propios egipcios. ¿O no se acuerdan de ese anuncio en el que un grupo de mujeres aparece chillando ante un armario lleno de ropa y zapatos y en la habitación contigua un grupo de hombres muestra la misma actitud ante una nevera llena de cervezas? O ese otro en el que una mujer sale del agua en una playa al ritmo que marca las acciones de un chico joven que saca de la neverita una botella. ¿Qué pasa que las mujeres no podemos beber cerveza?

Es decir, que no sólo se incita a que se beba sino que además se hace de un modo sexista en una sociedad que es nueva en esto de reconocer los derechos de las mujeres en las esferas que se pueden considerar relativamente nuevas para ellas. Sin embargo, la publicidad decide que éstas sigan siendo meros instrumentos sexuales que alegren la vista a más de uno.

Quiero hacer una nueva alusión al libro mencionado anteriormente, porque una de las reflexiones que se hace en el mismo es muy acertada. ¿Es la publicidad una mera transacción mercantil o debería estar marcada por unos principios periodísticos que cuiden y se encarguen de transmitir los valores sociales?
Claro que la publicidad tiene un papel importante en todo esto, de ahí las campañas de prevención divulgadas. La cuestión no está en prohibir este tipo de propaganda, ni mucho menos, estamos en una sociedad en la que prima la libertad de información. Lo que hay que hacer es una vez más rebajarse a la esfera educacional de los ciudadanos, y sobretodo de los jóvenes. El nivel cognitivo, es decir, la información que tiene la persona es la que hace que cada individuo tenga su manera de pensar, su opinión y que actúe de uno u otro modo en base a sus creencias. De ahí que tengamos que cuidar que el conocimiento que se tenga de las bebidas alcohólicas sea el adecuado para que ellos mismos sean los responsables del consumo y no les “vendan la moto” como decíamos al inicio del artículo.

Pero quien compre la moto que sepa que debe saber conducir, que no se pueden pasar ciertas velocidades, llevar casco y que además existe una cierta edad en la que no está permitido manejar (coger) la moto.
Pero que casualidad, la publicidad no entra en estos importantes detalles.
Publicitar debería también informar, al final en lugar de una moto nos están vendiendo una burra. Yo no se si quiero “esa moto”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario