lunes, 26 de abril de 2010

Sin etiqueta ni taparrabos

Fiesta, fiesta y más fiesta. Universitarios ingleses a ritmo de vasos de alcohol y sexo desenfrenado. En eso se resume el evento celebrado en Saloufest, una población de Cataluña, este año. Pero no es el primero, pues las actividades de carácter “deportivo”, en la que participan 8.400 universitarios ingleses se organizan por el Ayuntamiento de la localidad desde el año 2002.

A España siempre se nos ha visto como un país en el que todo es fiesta y desmadre y los extranjeros vienen a divertirse. Una pena desechar el patrimonio cultural y los bellos paisajes de que dispone nuestro territorio. Y una lástima que se nos encasqueten en ese estereotipo de gente marchosa sin saber poner límite a la ingesta de alcohol. Sin embargo, España es el principal destino para ponerse borrachos. Se puede decir que lo de hacer deporte es la excusa que Ilovetour, empresa que organiza Saloufest y otro tipo de eventos similares en otros países, se inventa para que el grito de “sexo, drogas y rock&roll” se convierta en realidad.

El problema de tal acontecimiento va más allá del riesgo existente de comas etílicos y hospitalizaciones por abuso, no sólo de alcohol, sino también de otras sustancias. Incluso la integridad física se pone en riesgo. Tal es el caso de una estudiante inglesa que denunció a un compañero suyo tras haber sido violada en la playa de Salou.
Alcohol del barato, corriendo desnudos por el hotel y alrededores y dejando desperfectos en las calles, según se quejan los vecinos, aunque esto sea lo menos grave que puede pasar.

Dejando de lado el debate abierto a raíz de lo ocurrido de si Salou apuesta por un turismo de calidad o por un turismo de borrachera. Creo que el hecho se puede analizar más allá de Saloufest. Esto se asemeja en cierto modo a los tan modernos botellódromos. Al fin y al cabo, ¿No es este un caso más en el que el gobierno de un municipio permite la ingesta “controlada” (aunque yo más bien diría descontrolada) de grandes cantidades de bebidas alcohólicas?

La primera vez que escuchamos la palabra “Botellódromo” fue en noviembre del 2006. Cuando el Ayuntamiento de la ciudad andaluza de Granada empezó a construir un espacio a las afueras de la ciudad que tenía el objetivo de recoger actuaciones en directo, crear una zona destinada a deportes y proyectar en pantalla gigante algunas películas o videoclips; pero sobre todo un espacio de 9.500 metros donde los jóvenes pudiesen realizar botellón. Curioso que tal medida surgiese a raíz de la ley antibotellón aprobada ese mismo mes en la provincia de Andalucía.

Los jóvenes universitarios aseguran que si hacen “botellón” es porque el precio de las copas en los sitios de diversión son demasiado elevados para su bolsillo vacío. Con lo que prefieren adquirir varias botellas a compartir entre los amigos. Y esto lleva a una ingesta mayor de alcohol. ¿Sería correcto bajar el precio de las copas en los pubs y discotecas? Es verdad, que dejarían de comprar para hacer botellón fuera de esos espacios, pero si el precio es inferior también es más asequible y no consumirían una única copa, sino varias. ¿Dónde reside por tanto la solución a este problema? ¿Lo prohibimos con más leyes y ordenanzas o lo aceptamos y hacemos botellódromos?

1 comentario:

  1. Creo que tengo un turismo de borrachera, bastante próximo al de la autora :P. Por otra parte lo del botellódromo no me parece tan mala idea, mantienes las calles limpias y las comunidades de vecinos contentas (principal motivo) y ya que estamos si del botellón les hacemos pasarse a los deportes o a la música o a cualquier cosa que se les intente inculcar por esas pantallas mientras beben no esta tan mal. De otro modo el botellón se haría igual y no tendríamos nada de control, aunque el control que haya ahora sea mínimo :(.

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