Diluida está la felicidad
Terrón de azucar
se apresura a derretirse.
Toma salazón
al pasear por la cucharilla.
Enfrascada queda la voz,
que le susurra,
cual ventisca de niebla
en las ojeras descansadas.
Un tornado gira
en la dirección opuesta
y el torbellino recuerda
que no es la correcta.
Diluida queda la felicidad
en un tazón de agua soluble.
Cuando el sol evapore,
sólo el sabor dulce restará,
preparado para diluirse de nuevo.
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