lunes, 14 de marzo de 2011

Siempre queda esperanza


Bajo el arrollador ritmo del mar sin piedad, que retirado kilómetros atrás, amenaza con despertar su furia de nuevo y, por encima de la atenta mirada de las piezas del puzzle que se mueven intentando encajar, una criatura de nariz chafada aparece bajo los montones de despojos resquebrajados por los estruendos y los violentos movimientos. El soldado lo coge en brazos y sonríe suavemente, porque bajo las casas alicaídas por la bestialidad de la naturaleza, sigue un pequeño rastro de esperanza para los que aún consiguen respirar. Pequeña, has tenido suerte. Ánimo Japón.

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