Envuelta en su sábana de carmín rosado
se descubre boquiabierta ante los soles azulados
desnuda bajo su gran brazo apasionado
estirando las piernas y sus dos muslos bronceados
Levántase despacio ante el pasillo alargado
se viste sonrojada mirándose al espejo
presume de su pelo sin ni siquiera eco
colocándose la diadema de color conejo
Por la ventana las gaviotas se pasean
y el mar inunda el horizonte sin dejar del sol ni huella
la brisa deja cometas que revolotean
sin el sol dela mañana se entristece ella
Baja despacio el racimo de escalera
con suma ternura acaricia su chaqueta
se cubre la espalda entera
y sin mirar atrás cierra su puerta
Lo que no sabe es que en la esquina su madre la espera
ansiosa por taparle lo que esconde su cartera
ya las dos caminan juntas cogidas de la mano cual fiera vagabunda
dejando atrás el tormento de la desventura
No más golpetazos en la mejilla,
no más dolores en la semilla,
ahora ya puede caminar erguida.
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