domingo, 12 de agosto de 2012

Un saco de estrellas


Metería en un saco las estrellas que caen sobre nosotros, reposados en la tela del campo nocturno. Les pondría nombre y te las regalaría como obsequio. Pero antes escucharía los deseos que contienen y que les  cantaste al oído, para cumplir cada ilusión que tengas, sin importarme qué contenga. Haría callar a los grillos y permitiría brillar a las luciérnagas, que esta noche nos acompañan, haciendo del mundo paciencia. Al caer la más grande luz del cielo, la guardaría en el bolsillo para soltarla tan solo cuando te falte la sonrisa sin habla que reposa sobre mi pecho, que ha conseguido respirar a gusto por primera vez en todo el día. Permanecería embobada con tu mano cogiendo la mía, sin atisbo de aire fresco pero con la piel erizada. Y al subir al camino de vuelta, escucharía la música lenta, mirando tu perfil en la oscuridad pero atenta a la belleza de tu barba, de tus ojos y conciencia. Todo antes de caer en el sueño en el que se repita mi saco de estrellas.

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