Creo que cada día al levantarnos tenemos que aprender algo
nuevo, superar los retos y barreras del presente, reparar en las lecciones que
nos presenta la vida y crecer como personas. Estoy leyendo en este mismo
instante el libro sobre el Ego, escrito por Osho. Lo estoy leyendo porque
necesito reflexionar acerca de si las preocupaciones que estos días me rondan
la cabeza tienen que ver con mi propio ego, con aquello de no entender las perspectivas
de los demás. O si, tal vez, es el ego de los demás el que choca con mi
quehacer diario. Supongo que son ambas cosas las que colisionan. Desde mi
perspectiva del mundo haría las cosas de otra forma y me cuesta entender que
otros no la hagan así. Esta simple reflexión escrita me hace sumergirme en la
idea, de que, a lo mejor, no tengo tanto ego, o sí, por haber escrito esto
último.
Hace un año me propuse un reto personal en mis clases de
yoga. Me daba pánico todo lo que fuese realizar posturas con la cabeza hacia
abajo y el cuerpo hacia arriba. Tenía que ser capaz de incrementar la fuerza
abdominal y la de los brazos para que me pudiera sostener y pasar a ver el
mundo justamente del revés a lo que siempre he estado acostumbrada. Casi lo he
conseguido… Creo que mi aprendizaje tiene que ver mucho con esta postura. Tengo
que aprender a ver las cosas desde las otras perspectivas, pero además aprender
a tomar distancia y a entender que los problemas de los demás no son los míos,
que puedo acompañar, pero no cargar, y que tengo que soltar cuando
inevitablemente el amor me hace arrastrar aquello que no me pertenece. Tengo
que fortalecer para ello mi paciencia, mi empatía y mi corazón.
Observo el mundo a mi alrededor, el cercano, y no acaba de
gustarme. Supongo que por eso me planteo este cambio en mí, como inicio de la
revolución hacia fuera. No me gustan las actitudes nada empáticas de algunas
personas del entorno, las manipulaciones a las que someten a sus seres queridos.
Ese amor está basado en el control, en la dependencia…no es un amor puro, de
respecto, de aceptación de la persona. Entiendo que cada individuo es quién es
en base a su carácter y sus circunstancias e intento cada día recordármelo para
empatizar y comprender. Es entonces cuando ocurren situaciones que me hacen
volver a colisionar con el descontento y la frustración, y es entonces cuando
me vuelvo a preguntar si esto tendrá que ver con mi ego.
Me gustaría, en primer lugar, vivir en un mundo en el que
los valores estuvieran por encima de lo material. Que tuviera más valor el
acompañamiento y el amor de cualquier tipo que un regalo, una invitación o un ‘lo
hago por quedar bien’. Las convenciones sociales tradicionales me hacen
estremecer cuando me percato que nuestra cultura está materializada hasta un
punto desorbitado en el que la persona que reclama lo material es incapaz de
valorar una emoción, un ‘estoy aquí siempre’ y todo lo que hacen los de su
entorno por él o ella. Me repatean los
compromisos a los que supuestamente hay que responder.
Pero entonces me percato de mi suerte y agradezco tanto…
Agradezco que cuatro amigas que no lo son entre sí se unan para preparar algo
para mí y estar conmigo para celebrar mi unión con la persona a la que quiero.
Como con su madurez dejan de lado sus historias del pasado y se sumergen juntas
en pasar el día conmigo. Agradezco que puedo depositar en mi familia confidencias,
secretos, creencias, pensamientos, sin que me juzguen, sin que critiquen, sin
que me obliguen a elegir lo que no quiero. Y agradezco un millón de veces más
que mi pareja valore antes mi sonrisa que un regalo, una vida sencilla a otra
por todo lo alto, un viaje como experiencia que una posesión. Agradezco que nos
cruzáramos y que nuestros valores nos hayan permitido planear juntos tantas
cosas… Creo que esto no es mi ego. Gracias.
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