Es así como quiero el pausar de mis días. Con tus palabras, que solo persiguen producir en mí la sonrisa que tantas cosas borraron. Que
cuando la indignación de no entender el mundo que me arrebata la energía, tú me
respondas con el afán de hacerme olvidar lo que me aturde. Porque me gusta
caminar por la montaña y trasladarme al desierto sin aurora boreal, o viajar al
otro extremo del mundo compartiendo la experiencia de cada segundo de
existencia. Al tiempo que el dulce azul de tus ojos, me transmiten lo que dejas
de decir, me conmueven con tu comprensión y respeto de las cosas que me
importan, aunque a ti ni siquiera te retuerzan el alma.
Si tan solo fuese un
momento, lo describiría como arrebato. Sin embargo, no es un arrebato lo que
siento. No es soledad, ni tristeza, ni conjetura, ni aspereza. Hacía tiempo que
no se compaginaba tan bien la tranquilidad con la buena compañía. El camino era
estrecho y costoso de subida. Las piedras invitaban a resbalar sin remedio
cerca de un precipicio porque tenía la certeza de que nadie me iba a dejar caer. Y nunca sucedió. Quiero compartir el miedo, la alegría. Quiero caminar
bajo la luna de día y el sol de la noche, para perderme entre contrarios
contrariados de quererte. Pero espera, para en seco. Todo eso ya lo tengo. Sonrío,
te beso y me acuesto. Porque me quieres y te quiero.
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