sábado, 4 de febrero de 2012

Es esa necesidad de sentirse arropada


Es esa necesidad de sentirse arropada. Voy andando por las calles acaecidas bajo un manto de lúgubre luz oscurecida. Voy tapada hasta las pestañas con mi bufanda multicolor y mi chaqueta aterciopelada. Sigo caminando. El viento, frío prisionero del invierno que ha tardado en llegar, golpea mi cara poco acostumbrada al esperpéntico mundo que a veces se asoma dejándose ver a cada paso que adelanto. Mi camino aun tiene la meta lejana, así como entre niebla, a penas me permite ver las letras borrosas por la lejanía y por mi vista aún perturbada por la sequedad del aire congelado. Los coches son los únicos que parecen no temer al congelador en el que se ha convertido la ciudad. No hay transeúntes, tan solo yo, con el sonido de mis tacones acompañados por una música tranquila que me hace sonreir al tiempo que pienso que ha terminado una semana larga. Hasta el semáforo tiene piedad de mí y se pone en verde más rápido que mi parpadeo detecta que tengo que parar. Aunque sé que mi casa ya está cerca, soy consciente de que aún no he llegado a mi meta, aunque sí es verdad que ahora parece más clara que ayer cuando hacía el mismo recorrido. Ahora ya en la cama, protegida con una manta y edredón reposo y cojo fuerzas para seguir recorriendo esa misma ruta muchos días. Una ruta que cambiaré a merced de los obstáculos que vayan construyendo sin querer. Es esa necesidad de sentirse arropada. No podría llegar a la meta y verla clara sin que mi manta y edredón me calentasen para que cada mañana al partir el frío fuese diferente. Quizás mañana sí haya transeúntes que me saluden al pasar.

1 comentario:

  1. Mireia me encanta !!! Cada vez que te leo se me ponen los pelos de punta y, además, rara vez no pensamos igual. Yo también adoro cuando me meto en la cama y me tapo toda enterita, casi sin poder respirar. Aunque, es cierto, echo de menos que alguien me espere en esa cama... Un besazo bonica !

    ResponderEliminar