martes, 21 de febrero de 2012

Ojos incrédulos


Trato de recordar aquellas historias que leí en los libros. Aquellos relatos grises de abusos policiales, de censura mediática, de represiones, de carencia de libertad. Trato de recordar las historias que aún cuentan mis abuelos de cómo se vivía en la dictadura. Y pienso, cuánto trabajo les llevó a varias generaciones superar las barreras del franquismo e instaurar un estado democrático, que veo como ahora se desmorona ante mis ojos incrédulos, ante mi boca abierta por la sorpresa de la incomprensión que me suscita la situación que vivimos.
Un país lejos, muy lejos de la grandeza que en algún momento, se pensó que podía llegar a alcanzar si formábamos parte de Europa. Un lugar en el que los jueces que luchan por la memoria histórica y por encerrar a los políticos corruptos, acaban inhabilitados años. Un sitio donde la justicia deja en libertad a los que hundieron las arcas públicas de una autonomía en la que los colegios han dejado de tener calefacción. Un país en el que las manifestaciones en contra  de los recortes acaban en sangrías que algunos ya comparan con la Primavera de Praga. Una patria…por decir algo, con la tasa de paro más alta de Europa. Un territorio en el que la mitad de los estudiantes que terminan sus estudios universitarios no encuentra trabajo.
Recuerdo cuando era pequeña, recuerdo que miraba la televisión y veía gente diciendo que España iba bien. Tal vez por la inocencia de mi infancia o porque realmente no sentía que el mundo se desmontaba sin que ni tan siquiera diese un paso. Pero hoy, febrero del 2012, siento una tristeza inmensa en mi corazón. Siento que no quiero vivir en la tierra que me vio nacer, siento que no quiero que mis futuros hijos nazcan en un contexto de caos descontrolado. Siento miedo, de ver que un futuro ya de por sí complicado de construir, mece sobre un lúgubre manto de niebla, ya no gris, sino negro impenetrable.
Y lo que quiero ver es un río de gente, que unida en las calles muestren el descontento que esta situación alcanza. No quiero quedarme sentada, no quiero ver con actitud pasiva que destruyen lo que es nuestro. Lo siento, me niego a no alza la voz. Puede que mis gritos sean acallados, o puede que las paredes los absorban y nadie de los de arriba escuche jamás lo que tengo que decir, pero el grito del corazón y razón unidos es más fuerte que una simple concentración contra los recortes o represiones policiales. No quiero ver caras de miedo entre adolescentes, no quiero cabrearme tanto como lo estoy mientras escribo estas palabras, no quiero vivir en un constante ahínco de desesperanza y temor a que todo va a seguir peor que ayer. Si mañana salgo a la calle no es por diversión, es porque creo que la situación de este país se nos está yendo de las manos. Es porque una parte de mi cree en la justicia, la democracia y la libertad de expresión. Merecemos una vida digna y libre. No quiero mirar imágenes que me evoquen tiempos pasados ni presentes griegos. QUIERO PAZ Y QUIERO VIDA. Los que sucumban al silencio tienen poco que decir, yo necesito hablar mucho.

Relato de las cargas policiales en RTVE
Fotografías en El País

3 comentarios:

  1. A mi me encanta que te encante! :P

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  2. Este país es patético, ¿en qué cabeza cabe construir aeropuertos sin aviones o circuitos de F1 en una comunidad en la que no hay educación? Y digo que no hay educación porque la gran culpa de lo que pasa en la C.Valenciana es de los cientos de votantes que, aún sabiendo las actividades corruptas de su gobierno, le sigue... le sigue y le sigue... como un borrego. Así es normal que nos traten como tal! Indignada, no. Indignadísima. Muy buena entrada Mire!

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