viernes, 14 de septiembre de 2012

El colapso del mundo

Roy Ledgard casi se ha convertido en mi amigo. Es una de esas personas que despiertan en ti curiosidad y ganas de aprender. No todo el mundo lo hace hoy en día. Es una persona culta y creativa como el que más. Transforma simples troncos de árboles en representaciones abstractas del mundo en el que vivimos, todo enmarcado por un bello y para algunos utópico contexto, bajo el titular de la «Fe Bahá'í». Pocos en España saben de su existencia, sin embargo, en una religión que se extiende como las raíces de los árboles en países como India o Colombia. Europa parece un poco más reticente a recibirla, aunque también cuenta ya con muchos adeptos.
Tuve la suerte de conocer a mi amigo hace ahora poco más de un año. En esas aventuras periodísticas, que a pesar de un mal verano, me permitieron acercarme a personas como Roy.
Es sencillo en apariencia pero complejo en esencia. Humilde y de una familia venida de Perú. Es hijo del conocido presentador del programa de televisión «Un, dos, tres».
Relata que de pequeño llegó a sus manos una figurita de madera, a la vez colgante. Eso despertó su curiosidad y sus ganas de experimentar y empezó a fabricar con sus propias manos colgantes que iba regalando a todo el mundo.
Hoy su casa es un taller y almacén de fantásticas obras abstractas y alguna que otra figurativa, aunque reconoce que con éstas últimas no disfruta tanto. Sus obras sobrepasan fronteras. Están muy bien cotizadas en el mercado. Las vende por entre 800 euros y 1500 euros. Las grandes y monumentales tienen precios más elevados.
Para los que no conozcan la «Fe Bahá'í», entienden el mundo como diferentes partes de un mismo cuerpo, por lo que cada una de esas partes tienen que trabajar unidas para avanzar.
El artista explica que las enseñanzas baha'is decían hace ya muchos años que «los edificios de Nueva York caerían como un castillo de naipes. En el siglo XXI, se desmontaban ante la mirada escéptica de todo el mundo, las dos torres gemelas, símbolo de la ciudad estadounidense.
Cree en la humanidad. En las grandes oportunidades y capacidades, sin embargo, reconoce, que le falta las herramientas para aprovechar todo el potencial. Por ese motivo, dice, es imprescindible un cambio de mentalidad, una transformación del mundo actual porque una sociedad en crisis crea un mundo en crisis.
Me explica que en los relatos de su fe ya se hablaba de esta situación de pérdida de valores y de materialismo extendido. Auguran un colapso del mundo, en el que las dos grandes potencias económicas mundiales perecerán. «Una ya lo hizo, fue el comunismo, y dentro de poco lo hará el capitalismo», explica Roy mientras sujeta con sus manos y equilibra sobre sus piernas el ordenador portátil en el que me va mostrando sus colecciones y la evolución que sus obras han experimentado con el transcurso de los años.
«Estamos preparando los cimientos para construir la nueva humanidad, para que cuando el mundo entre el caos, éste dure lo menos posible, porque un mundo de anarquía no puede funcionar y esto pasa por enseñar a las personas a reconocer su potencial y combinarlo con los del resto», sigue relatando mi amigo.
Los grillos empiezan a chillar más alto, se nota que se acercan las horas de más calor y me avisan de que se ha hecho tarde. Mientras Roy me opina sobre la situación político social del momento: «La gente necesita encontrar respuestas cuando hay crisis y este sistema no las aporta».
Me levanto y le agradezco su cariño, la riqueza que aporta conocer a personas como él. Me despide entre el desastre de taller, lleno de madera y utensilios variados y subo al coche de camino a casa con la música de fondo recordando esa frase: «Cada persona puede aportar parte de la solución».

Hasta pronto Roy.

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