Tú eres sin duda mi poeta, mi inspiración, mi reflexión
pausada, mi isla perdida, mi gran dama. Nos une un amor sin condiciones, aunque
a veces discutimos y ruges y sobre ti se posan nubes. Mientras yo me enfado y
ayudo a hacer crecer el caudaloso río que te da de beber. Me voy lejos y tú ni
te mueves. Pero yo siempre vuelvo y tú sigues donde siempre. Y me dejas
sentarme a tu lado, sobre los diamantes diminutos que escondes en la arena y
que el sol destapa. Sigues donde siempre, donde has estado hace tantos años,
desde que nos conocimos y apenas me mantenía en pie. Tú siempre me observas
cautivador y me comprendes y me escuchas y me aprendes. Es tan fácil entenderte,
tus miles de pensamientos se sumergen en el color de mi mirada naciente. Y me
susurras verdades y cierro los párpados y permanezco en tu lecho seco y bello
con arrugas, porque es tan viejo como un cuento inventado antes de los
dinosaurios.
Y si es de día, el sol me hace compañía y veo mi sombra y
reflejo pisado y estrecho. Y si es de noche, el manto del cielo nos tapa para
que durmamos, aunque tú sigues hablando por si sigo necesitando tu consejo, tu
consuelo o tu reflejo.
Y vengo a ti una vez más, aunque ahora sea para verte cada
día. Te necesito como en cada cambio de mi vida. Quiero que me empujes cuando
me pare, quiero que me animes cuando no pueda más, quiero que rompas con tus
olas mis miedos y temores. Yo te recompensaré cuidándote, como he hecho siempre
y también vendré a verte porque sé que te gusta mi presencia, me lo dicen tus
dunas al apartarse para dejarme pasar.
Por eso sé que nos une un amor sin condiciones y que tú eres
mi poeta, a la vez que yo soy la tuya.
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