En esta mañana de sábado, me encuentro sentada frente a
múltiples vidas que me regalan el perfecto concierto. Sonidos dispares se
mezclan en una conjunción que ni los más grandes maestros serían capaces de
imitar. Aunque aquí los días parezcan todos grises, la realidad es que están
lacados de una perfecta armonía de colores y sonidos. Hace ya dos años encontré
en este parque el retiro pacifista e inspirador que todo escritor necesita. Y
tras este tiempo he vuelto acompañada de empeños y sueños. Más capaz que
entonces pero menos que dentro de algunas horas, días, semanas, meses y
seguramente años.
He venido a quedarme. A prendarme de este verde al que nunca
me acostumbro. Vengo a alejarme con las hojas color plátano del suelo, vengo a
acompañar con mi sonrisa el verde suelo, el multicolor hoja de árbol. Vengo a prestar
atención a lo que me dice la pata, el cisne, el cuervo, la ardilla.
Vengo a permanecer callada y sentada, mientras plasmo con
los trazos del bolígrafo lo que veo, lo que escucho, lo que siento, lo que soy.
Porque aunque me cueste conseguirlo he venido a quedarme,
acompañada de mi esfuerzo y dedicación. He venido a sentarme en el banco de la
retrospectiva y a convencerme de que este es, sin duda, el mejor de los
caminos.
Que se prepare este parque, que se prepare el mundo, porque
he venido a quedarme.
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