Me desperté una mañana entre sombras de rocíos en los
cristales. Meditabunda en un invierno adelantado. Reflexiva y empeñada en
conseguir un sueño. Entre imágenes de la profesión a la que adoro pasando
rápido como los trenes del subterráneo. Con despidos, ERES, muchas horas, mucho
trabajo, mucho empeño y profesionalidad poco reconocida. Pasando páginas de
medios digitales, leyendo la hecatombe, viendo cómo el mundo parece llegar a su
fin como predijeron los mayas que ocurriría al final de este año. Y sin
embargo, a pesar de que nos queda escaso mes y medio de vida, sigo empeñada en
trabajar para la escritura, la voz y la imagen, para trasmitir verdades sin
tapujos y romper barreras de magnates empedernidos. He venido a vivir entre la
niebla baja, no para mirar entre el rocío de la ventana, sino para cambiar la
oscuridad por el sol que traigo atado desde España. Aunque eso me cueste
combinar las teclas y el ratón con cortar ensaladas para servir con patatas. Así
es que he decidido que hoy en vez de mirar a través del rocío, saldré a pescar
la niebla con mis manos. A ver si pronto consigo escribir y contar como lo
hice.
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