Llego a lo reposado de mi cuerpo con la ayuda de un maestro.
Callados. Con la única música del silencio. Vaciando tensiones. Respirando
tranquilidad. Moviendo extremidades suavemente hasta conseguir encontrar las
semillas de mi vientre, las sanas, las que me alimentan de vida. Enraízo mi
cuerpo al suelo y lo uno al cielo. Me aposento sobre la seguridad. Ahuyento
banalidades. Me pierdo en lo espiritual de mi pensamiento. Respiro dando de
comer a cada célula de mi cuerpo. Hambrienta de relax. Me traslado sin saberlo
a la cima de la aurora boreal pero sin la psicodélica mancha de colores. Uno lo
fuerte con lo sensible y siento el poder de llevar entre mis manos un pedazo de
cielo. Lo deposito en la tierra que siembro. La tensión se une a la relajación
y con la unión de los contrarios enriquezco mi corazón y la energía se deposita
donde más la necesito. Y sin querer respiro como un niño y sin saberlo sonrío.
A mí misma, a mi vecino. Y me reencuentro cada día reconduciendo mi energía.
Los opuestos tienen un gran poder. Si se unen, trabajan y avanzan juntos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario