miércoles, 13 de febrero de 2013

Descalza en el templo blanco


Descalza. Sobre unos pies a días débiles, a días muy fuertes. Ando sobre un suelo pulcro y blanco. El tacto suave y resbaladizo del mármol invita a la reflexión. Una escapatoria de la mente en la que solo existe el silencio tachado de vocablos incomprensibles de los que rezan y con una música hindú de fondo. Si cierro los ojos estoy sumergida bajo la misma espiral que acompaña el espacio. De repente me veo vestida con pantalones y blusa larga combinados a la perfección con un pañuelo vistoso. En el entrecejo un punto rojo me marca el equilibrio.
Abro los ojos y sigo con los pantalones vaqueros, mis botines y mi abrigo color marfil. Sin embargo, noto el punto rojo en mi frente. Y no lo llevo. Es cosa de la ficción. La realidad es que me encuentro bajo arcos blancos con trazados perfectos y figuras graciosas, otras extrañas. Cuerpo de humano y cabeza de animal. Todos sonríen haciendo como que me miran. Las figuras que rodean la cúpula parecen bailar al unísono moviendo las caderas en direcciones opuestas y mi mirada solo puede observar los recovecos impolutos que adornan la cúpula y los arcos uniformados.
Quisiera saber si hay en el mundo un rincón como este en el que perderse entre la deslumbrante blancura, pero no para rezar, sino para crecer entre figuras y poder así inspirar estos escritos, que ahora tras algún tiempo moribundos, parecen nacer solos.


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