Cuando zozobra mi esperpéntica luz, tiemblo de miedo porque
no sé como volverla a encender si olvido la mecha. En los días en los que me
dedico a no escribir, olvido quien soy y solo veo trasparencia, sin opacidad
extraña a la que atenerme para leer la mente. Y el pobre preocupado por mi
estado me regala miles de pétalos sonrosados, porque soy una ganadora, dice. Yo
me siento mejor cuando la casa se llena de flores. Que bobada, verdad? Como si
así encontrara la mecha y perdiera el miedo a encenderla de nuevo tras zozobrar
esa esperpéntica luz. Pero así es, me siento reconfortada. Me encanta que sea
detallista, me recuerda que se acuerda y lo quisiera comer a besos y también, me
ayuda a olvidar a ciertos sabuesos. Y ahora estoy como camuflada, esperando a
ver qué pasa, con cautela al futuro pero sin el miedo a apagarme de nuevo. Hay
que ver cómo soy, que igual un día me como el mundo como al siguiente entierro
al muerto. Debe ser el carácter de luz u obscuridad en busca de matices entre
blancos y negros…ay donde están los grises.
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