sábado, 23 de febrero de 2013

Pequeño gran espacio


En este pequeño espacio, que ya siento como mío, por la complejidad de los momentos vividos y por la compañía íntima que lo acompaña, siento a veces el goteo único que cae sobre la madera del patio. Ha pasado mucho pero poco tiempo a la vez. He vivido mucho pero no lo suficiente aquí. Tengo ganas del reencuentro. De la sensatez de mi mente, que aquí siento perder entre el frío viento diario. Ahora mi corazón se ha pixelado en forma de todos los que conozco de allí y he conocido aquí. Esta rica ciudad gracias a la cual me llevo un poco de cada país del mundo sin haber viajado a penas.
Aunque no puedo negar lo evidente, aunque me guste andar entre autobuses rojos y gente de colores, mi corazón pertenece al mundo entero y una gran parte de él está forjado de puentes y palmeras. Yo me enamoro de las personas y de los lugares. Y si a una persona la conozco en un lugar, el recuerdo es para siempre. Y si me enamoro de alguien en un lugar, el amor es eterno. Como el volar de las palomas. Como la libertad que siento al volar sobre las nubes. Como las lágrimas que corren por mi cara cuando recuerdo un abrazo de alguien que está lejos. Ahora que estoy entre autobuses, echo de menos los puentes y palmeras. Y cuando esté entre las olas, los puentes y palmeras, lloraré por ausencia. Por ausencia enriquecedora de lo que aporta un mundo multicultural, donde mis amigos son tantos como rayas hay en un mapa.
Porque no todo el mundo puede decir que tiene amigos en (o de) Japón, Australia, Italia, India, Hungría, Francia, Polonia.
Por eso y porque ya lo dijo Samuel Jonhson:


No hay comentarios:

Publicar un comentario