Escribo:
Corren. Como si tuvieran prisa por vivir y hacer que el
reflejo del sol llegue al mar.
Pasan, las gotas. Y juntas de la mano saludan a las rocas
inertes y paradas.
Viajan. Lejos de su casa. Con el fin de reencontrarse con
sus amigas saladas.
Y mientras...yo permanezco sentada al borde de su río.
Despidiéndome de cada hoja, de cada roca, de cada gota. Oigo a los pájaros
cantar, al agua discurrir y a mi pensamiento no parar. Porque pronto amaneceré
lejos, pero bajo el mismo cielo. Y veré la luna ocultarse tras las cortinas
grisáceas, como anteayer cuando en la noche todo era calma y pensaba que a
pesar de todo, seguiré viendo la misma cara de la luna.
Junto a mi querido Serpis veo a los árboles desprenderse fácilmente
de sus hijos, que bajan serpenteando y planeando en un vuelo infinito hasta
llegar al suelo, que pronto dejaré de pisar.
Mientras respiro, mi cabeza pasea de lado a lado, intentando
captar cada imagen. Permitiendo que mi retina fotografíe cada punto de luz,
forma, color. Para no olvidar jamás el lugar en el que nací.
Y aquí estoy yo a punto de partir y ensimismada en una vida que quiero
vivir lejos de la taquicardia acelerada.
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